jueves, marzo 17, 2005

Licurgo


Posted by Hello
Legendario legislador espartano al que se atribuía la redacción de la Constitución de la antigua Esparta. Se lo empezó a nombrar en el s. VI a.C. Según la tradición, era el autor del código de costumbres que constituían las leyes tradicionales de los espartanos.

Licurgo fue el organizador y legislador del pueblo espartano. La normativa política y educativa de Esparta es establecida por Licurgo en el siglo IX a.C.

Las leyes y constitución de Licurgo dieron lugar a un concepto del hombre como “miembro del Estado”. Los ciudadanos eran habituados a no tener ni deseo ni aptitud para llevar una vida particular. Por el contrario, eran llevados a consagrarse a la comunidad.

Un programa educativo vinculado a la vida militar. El esquema educativo queda desde el primer momento orientado hacia la vida militar como necesario conocimiento para la supervivencia. Este tipo de educación pretendía endurecer los cuerpos y las voluntades para, por una parte, hacerlos aptos para enfrentarse con cualquier situación por difícil que fuera y, por otro lado, conseguir un espíritu de grupo masificado en el que no había lugar para la autonomía.

El cultivo de otros aspectos de la personalidad. Aún en lo que respecta al arte y la música no se opone la antigua Esparta a la vida alegre del resto de las ciudades griegas con el gesto de adusto rigor que fue considerado ulteriormente como lo esencial de la vida espartana. Las excavaciones han revelado la existencia de una arquitectura activa y animada, fuertemente influida por los modelos de la Grecia Oriental.

A Licurgo, un gran legislador tan histórico como mítico de comienzos del siglo VII a C., se le atribuyen las líneas básicas de la constitución y la educación espartanas. Plutarco nos dice que Licurgo “proporcionó a sus conciudadanos abundante tiempo libre; pues en modo alguno se les dejaba ocuparse en oficios manuales y, en cuanto a la actividad comercial, que requiere una penosa dedicación y entrega, tampoco era precisa ninguna, ya que el dinero carecía por completo de interés y aprecio”. Más en su conjunto que en rasgos sueltos (que se dan también en algunas ciudades dorias) esta configuración política y formativa del Estado espartano resulta singular: combina formas de varios regímenes, de la monarquía, de la aristocracia y de la democracia popular y nacional, sobre el trasfondo guerrero ya mencionado. Su gobierno conjugaba una monarquía doble (con 2 reyes, con funciones religiosas y militares); un consejo de ancianos, la gerousía, de claro matiz aristocrático; la apella o asamblea del pueblo (los espartíatas), y un consejo de cinco éforos, con poderes ejecutivos amplios.
Sólo los homoioi o “iguales”, es decir, los espartíatas de pleno derecho, educados según las reglas de Licurgo y entrenados en el largo servicio de las armas, podían acceder a las magistraturas (si bien la realeza era hereditaria y repartida entre dos familias regias) y disfrutar de los privilegios de la “igualdad”. Los homoioi, hijos de padre y madre legítimos, recibían un lote de tierra y algunos esclavos trabajadores o hilotas para trabajarlo, pues no practicaban trabajos serviles ni comerciaban. Tan sólo se educaban en la gimnasia y en la música, y su servicio militar duraba hasta los sesenta años. La “igualdad” era una condición política que servía para exigir una fidelidad total a la comunidad racial.

El “buen gobierno”, la eunomía, característica de Esparta, se fundamenta en la obediencia de todos a las leyes y la interiorización de una moral de honor (aidós y timé) que exigía una total entrega a la Patria e incluso aceptar la muerte en defensa del bien común. El heroísmo espartano se enmarca en la táctica hoplítica, es decir, en los combates bélicos decididos por ejércitos de hoplitas. El hoplita era el combatiente de infantería pesada, que avanza en formación cerrada, codo con codo con sus camaradas, en densas hileras de lanzas y escudos, al encuentro estrepitoso y frontal con sus enemigos. Iba armado con casco, escudo y lanza, espada, coraza y grebas o canilleras. A diferencia del héroe homérico, el hoplita no se lanza en solitario a un duelo de jabalinas arrojadas, sino que empuja y resiste a pie firme el feroz choque con los hoplitas contrarios. La táctica hoplítica simboliza bien el espíritu combativo de los espartanos, que sobresalían por su marcialidad en este tipo de combate, que requería tanto coraje como disciplina. Era una lucha que reclamaba el heroísmo colectivo y no el arrojo individual, una pelea donde había que resistir a pie firme y en la que el escudo, que protege al camarada vecino, era un factor esencial. “Vuelve con el escudo o sobre el escudo”, decían al despedir a sus hijos las severas madres espartanas –esto es: vuelve victorioso o muerto (pues los muertos en combate eran transportados sobre sus escudos).