miércoles, noviembre 16, 2005

África en la globalización


Se puede decir que desde el siglo XIX, momento a partir del cual África se incorpora al sistema capitalista mundial, la situación de las economías de los países africanos no han cambiado de manera sustancial desde entonces. Las causas de que esto sea así se debe en gran parte a motivos estructurales, que son los que favorecen la dependencia de dichas economías con los países del norte.

De algún modo la propia situación económica de los países africanos hace explicable la violencia política que se vive en el continente, influyendo de manera importante en la estabilidad de la región y en la propia evolución económica de estos países.

Los países africanos se encuentran en pie de desigualdad frente a los países desarrollados del norte, consecuencia directa de la propia estructura económica que se ha venido estableciendo a nivel mundial, y que concretamente en África no ha variado prácticamente nada desde que se impuso en el XIX. La situación de estas economías es, además de dependiente, extravertida, ya que los propios países africanos tienen vínculos a nivel estructural con los países desarrollados, pues se ven obligados a buscar salida a sus productos en los mercados exteriores.

Debido a esto los Estados africanos consideran como algo central sus relaciones exteriores con el mundo desarrollado, y los vínculos van más allá de lo meramente económico en cuanto a viabilidad financiera, siendo también clave la procedencia de su legitimidad política.

Se puede decir que África ha heredado todas las taras a nivel político y económico de Occidente, y eso le ha sumido en su actual situación caótica y paupérrima, con unas serias dependencias ya no sólo con los países desarrollados, sino incluso con las grandes oligarquías económicas y las plutocracias mundiales representadas por el BM y el FMI.

Al margen de distintas iniciativas en busca de una economía autocentrada en África, se encuentra la imposibilidad real en términos físicos de universalizar un tipo de sociedad y de producción industrial. Quizá la cuestión no es si África es pobre o no, si puede desarrollarse por sí misma o necesita ayudas de algún tipo, quizá la clave de los problemas sea si es deseable que un modelo de organización y producción económica se universalice a escala planetaria. Se habló en su momento de que la solución para África iba a ser su independencia política, se ha comprobado que no ha sido así. Acto seguido se propuso la necesidad de aplicar los proyectos elaborados por el FMI y el BM que únicamente responden a las tesis neoliberales hoy en boga. Se propuso en definitiva desarrollar un política económica orientada hacia la exportación, lo que ha originado inevitablemente la dependencia con sus compradores del norte.

No falto de buenas intenciones, el movimiento de los no-alineados no jugó un papel demasiado importante dentro de las relaciones internacionales, y menos aún fue capaz de articular algún tipo de proyecto a favor de un nuevo tipo de orden económico mundial, todo se limitó a una declaración de intenciones y de principios. El contexto histórico del enfrentamiento entre superpotencias y la propia guerra fría, hacia inviable en la práctica el desarrollo e implantación de terceras vías que posibilitaran modelos alternativos al soviético o al occidental. En cierto modo esto contribuyó en alguna medida a mantener el mismo estado de cosas.

La globalización ha supuesto la extensión a escala planetaria de un tipo de sistema económico, el cual responde a un modelo propiamente occidental, con sus correspondientes consecuencias políticas, culturales, etc... Es algo que no se hace notar lo suficiente, y es el hecho de que la expansión de un modelo de organización económica occidental, como es hoy el capitalismo, tiene unas implicaciones en el terreno de lo político y de lo cultural dentro de los pueblos y países. No asumir esta parte de la realidad es no querer aceptar que ello suponga en el futuro una fuente importante de serios conflictos.

Pero a esta globalización no sólo ha contribuido la propia dinámica interna del sistema económico capitalista, sino que ha incidido en cierto modo el factor científico-técnico y las propias premisas en las que se funda toda la estructura del sistema. La ciencia con su desarrollo ha contribuido a aumentar los grados de rentabilidad en la explotación de los medios de producción, a sistematizar todavía más el proceso productivo incrementando los grados de utilidad, pero también a acortar distancias, incrementar la velocidad y romper las barreras del espacio, es de este modo como se ha venido dando una continua aceleración por efecto del dromos de la modernidad. Inevitablemente esto conlleva la extensión de ese mismo sistema que nació en Occidente, su extensión se hace planetaria y termina, como hoy vemos, universalizándose. Este aspecto es preciso tener en cuenta para de algún modo también entender desde una perspectiva diferente la problemática africana actual.

El imperialismo occidental responde a la propia voracidad económica, siendo las grandes plutocracias económicas como el FMI y el BM aquellas organizaciones que hacen posible una estructura de intereses como la actual, dando lugar a un constante endeudamiento de los países e imponiéndoles medidas que en cualquier caso únicamente benefician a estas entidades financieras internacionales.

La causa de los males a nivel económico y social en África no son los países del norte, es un error achacarles los problemas de aquellos, tal conclusión conllevaría un inútil masoquismo, la causa se encuentra en esas organizaciones económicas transnacionales, que son las que mantienen un sistema económico mundial que favorece los intereses privados de unos grupos sociales muy concretos. De estos grupos y organizaciones son víctimas los pueblos del mundo.La situación tan degradante en la que se encuentra África refleja la vergüenza y la vileza de un sistema y de unos grupos internacionales que para lavar la cara y la mala imagen, emplean parte de sus fondos en campañas de ayuda humanitaria o simplemente para presentar ante la opinión pública grandes proyectos que en la realidad y en la práctica no resuelven nada, sino que por el contrario todavía ayudan a empeorar y a agravar la situación de por sí precaria que se vive en determinados lugares.